El Viejo y La Pelota
A Papá
Agosto de 2004.
Mitad de temporada,
cumples 76.
Una gorra
de tus medias rojas,
una pelota firmada.
En la Ciudad de Campeones,
ni el Splendid Splinter
pudo llevar a la gloria
a tu equipo maldito.
Te quedabas dormido
esperando un jonrón victorioso,
escuchando a lo lejos los gritos de Fenway.
Octubre de 2004,
la maldición muere.
Cansado de esperar,
te rendiste antes.
Dolor de cuello,
un gran escozor
y no saber por qué.
Diciembre de 2004.
Todo se apresura.
Batazo sobre la línea de foul,
atajo la pelota.
Dolor de cuello,
un gran escozor
y esperar el último momento
para pedir perdón.
El montículo en tu vientre
sube
y baja
lentamente.
Se detiene.
Miras a primera base.
Giras y lanzas una curva inolvidable.
El estadio se pone de pie.
Enero de 2005.
Te quitamos el guante.
Tratamos de robarnos las señas
que te envían desde home.
Entre tanto
se apagan las luces de la gran carpa.
Te vas a casa…
El dolor de cuello pasó.
Quedó el escozor
en el alma
para siempre.